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Hacer escuela: un mito a crear
Alexandra Liva
Alexandra Liva
La reflexión presentada aquí encontró caución en
los encuentros hechos con Gisèle Élias,
quien amablemente participó
en la elaboración de este trabajo
con sus comentarios.
Para trabajar la ética, tomaremos un camino deliberadamente retorsido[nt1] abordando las figuras de estilos. Quisiera entonces en primer lugar atraer su atención sobre las relaciones entre algunos procedimientos poéticos y algunos esquemas. Especialmente, estas figuras son el oxímoron, el quiasmo, la puesta en abismo (la mise en abîme) (que no es un tropo, pero sí un procedimiento que se encuentra en muchas obras de arte), y la sinécdoque. Además, existe una figura de estilo que tiene exactamente la misma estructura que la metonimia, pero invertida, o sea, la sinécdoque. Esta misma estructura permite crear un vaivén de lo general a lo particular y de lo particular a lo general, pero, digamos, más poéticamente. En lo que concierne a la sinécdoque, ésta puede ser utilizada entonces para “hacer volver (retour)[nt1] ”, lo que nos permitirá aproximar el quiasmo y el oxímoron a partir de la metáfora y la metonimia. Estos últimos estarán sobre el mismo eje, mientras que el quiasmo y el oxímoron se encontrarán en otro, perpendicular al primero. Del quiasmo, viviremos una inversión (retournement [nt1]) lo que dará sobre la puesta en abismo que llevará finalmente a la ética. Además, diré una palabra sobre la sinonimia, la perifrase y la traducción, que crean para un término una falsa equivalencia, un “ a’ ” (como lo que pasa en el sujeto en el estadio del espejo) que permitiendo una transmisión de sentido, poco convincente, incompleto, “no todo”, pero transmisión igualmente. En segundo lugar, hablaré de revolución y de algunas razones que me hacen pensar que Montreal presenta un buen mantillo para una escuela de psicoanálisis. Al comienzo, debemos contar con la preexistencia del lenguaje, del sentido, de la percepción de los cuerpos como apoyo al pensamiento, de una posible dialéctica entre el yo (moi) y el yo (je) que se ponen en movimiento con el estadio del espejo, dialéctica que se crea luego con la percepción del lenguaje y de los cuerpos, y apoyarnos en los trabajos hechos sobre la metáfora y la metonimia. Me inspiré en la teoría de Mikhaïl Bakhtine sobre el dialoguismo en la novela, llevada a su estudio sobre la risa rabelesiana y la caída de la fiesta de los locos en el Renacimiento. Las ideas principales vienen de textos de antropología que provienen de capítulos de obras de Paul Friedrich, The Language Parallax, y The Performance of Healing, recopilación de etnografías presentada por Marina Roseman y Paul Laderman, tratando los ritos de curación como acontecimiento, acto, retórica y género. Los espacios que existen alrededor y en el interior del agujero del alma del toro, nombrados respectivamente “éxtimo” e “íntimo”, según Lacan, serán explorados. Anotemos que el cuerpo humano es él mismo un toro, atravesado por otros orificios, por el tubo digestivo, de la boca al ano, lo que hace del cuerpo una analogía imaginaria con el toro. Así, la formalización del quiasmo y de la puesta en abismo depende de la metáfora y de la metonimia, y de la dialéctica entre estos dos últimos. La metáfora corresponde a la estructura del nombre del padre y la metonimia de la estructura del deseo, tomo como experiencias los trabajos hechos mucho antes que los míos. Muy simplemente, de forma casi simplista, no obstante operatoria, durante un curso, un profesor de taller literario definió una metáfora como una “comparación si la ocurrencia del "como" ”. El “como” siendo en la comparación el elemento bisagra permitiendo un “ a’ ”. Este “como” es literalmente el punto de capitón, el nombre del padre que está presente in absentia en la metáfora.
La metonimia es creada a partir de la metáfora, como consecuencia de otro desplazamiento a partir de una primera metáfora. No es sino cuando la metáfora se convierte en tropo en sí, y en cuanto éste se lo opone a la metáfora, que puede nacer el quiasmo.[1]
Pero más aun, la metáfora es garante de “ternaria”: para crearla, hay que poner en relación dos términos para hacer inmiscuirse una demasía de sentido por el efecto de un tercer término que está ligado al primero por tal razón y al segundo por otra. El tercer término hace sostener los otros dos por un lazo totalmente virtual. Es evidente que el empleo de las figuras de estilo se superpone a una realidad observable (la poesía vino antes que ¡la poética!), recortando construcciones en el lenguaje y nombrando cómodamente lo que conviene aclarar en el detalle, o sea lo que tiene de la emergencia de la palabra. Igualmente, la subversión que provoca lo inconsciente, demanda aún explicación. Para llegar allá – para lograr explicar el fenómeno que ubico bajo la bandera del quiasmo, “provisionalmente” – la idea es partir de lo imposible, de lo innombrable, de lo que es nombrado de forma muy imprecisa, una intuición o un shock, o incluso un atractivo irresistible, a falta de saber más al respecto, y de juntar a ello conceptos que se aproximan groseramente, que anuncian así el tenor de lo que habrá que necesariamente explicar por la perífrasis. Este modo de traducción del pensamiento ayuda a circunscribir con mayor justeza una idea. En ejemplo, para hablar aún del quiasmo, como de toda figura de estilo, designa un fenómeno que se encuentra en el lenguaje. Hacerlo una figura de estilo, es decir una palabra que designa una forma de usar el lenguaje, es ya darle un valor genérico; reconocer de uno y otro lado en los hechos del lenguaje no indica no obstante lo que pasa en un quiasmo. Lo importante en el texto que nos ocupa aquí, es comprender mi metodología “en contrasentido”, partiendo de una analogía que es inicialmente el soporte de la idea y que permanecerá, para luego, como el rastro de lo que habrá abierto la brecha para tomar la palabra una vez que la palabra es tomada y soltada.
¿Cómo pensar lo impensable, si no por construcción o reconstrucción a partir de lo que ha sido ya enunciado? En todos los tiempos, el mito habrá sido de una gran utilidad para poner en forma lo inmemorial y lo desconocido. En lo que se refiere a lo imposible, lo que tiene de paradójico en el pensamiento, y que me parece lo más cercano al surgimiento de lo inconsciente en el discurso, existe una célula mínima donde se juntan “dos palabras de sentido contradictorio para darles más fuerza expresiva”: es el oxímoron (señalo en esta definición tomada del Petit Robert I, porque con dos términos, particularmente dos términos contradictorios, una dialéctica puede ser puesta en evidencia). Para pensar lo impensable y lo imposible, abordamos aquí el mito y el oxímoron como lugares de puesta en forma del pensamiento. El mito, tanto personal como colectivo, describe una situación de origen, luego lo precedente que cambia para siempre, la situación de origen, y finalmente, el resultado de este acontecimiento que explica entonces la situación, vivida en la actualidad. El mito hace el puente entre lo inmemorial y el presente. Freud tuvo el cuidado de dar al psicoanálisis dos mitos para explicar la organización de una colectividad y de la individualidad según la presencia y la ausencia del padre: la del padre de la horda y la del Edipo, transformado canónicamente en complejo. En análisis, que enuncia su mito personal se lo hace el héroe; y este mito personal es intricado en una reconstrucción de la historia de los lugares (casa, ciudad, país) investidos y con gentes conocidas por el analizante.
En los dos cuentos míticos, el del Edipo y el de la horda, la relación con el padre inaugura la “ternaridad”, y la prohibición (interdit) del goce adviene por su decreto. Es, en Tótem y Tabú, reconstrucción de la historia de la colectividades, una vez reconocido el hecho que la presencia del Padre falta puesto que daba orden en la horda, que el pacto es compuesto. Para el mito de Edipo, la ley de la prohibición (l’interdit) del goce de una mujer cuyo héroe sería a la vez marido e hijo, es puesto por anticipado en su destino, y la tragedia es la de saber por anticipado que transgredirá esta prohibición (cet interdit) sin saberlo. El paradigma de Edipo conviene a la elaboración de un mito personal, y el de la horda a un grupo. De una u otra forma, estas historias conciernen a la toma de consciencia de la división del sujeto tomado entre su deseo y la ley. Si Edipo cumplió, además de resolver el enigma de la esfinge, un acto extraordinario matando a su padre y desposando a su madre, lo hace a espaldas de lo que son esta mujer y este hombre – sus padres. Es a la vez, héroe y anti-héroe, mereciendo la gloria por haber librado a Tebas y la afrente para sus crímenes. Edipo es la encarnación de un oxímoron, porque tornó posible lo imposible. Pasando, por el oxímoron, lo que parece contradictorio adviene en una entidad mental, simplemente de su expresión, por el lenguaje.
Al final de Edipo rey, tragedia cuya estructura Jean-Pierre Vernant destacó específicamente fundada en la caída (renversement), Edipo llega a una encrucijada de caminos cuya forma es una gamma (cf. Kristeva). Está en el lugar en que su propio destino lo lleva, el de lo imposible, del hombre que es a la vez hijo y marido de la misma mujer, un lugar insostenible reventándosele en los ojos, lo que hace enterándose de lo que se ocultaba detrás de los actos que creía justos y laudables. Y allí se legitima la existencia de su mito: encarna la caída (le retournement) que provoca la toma de consciencia de una prohibición (interdit) transgredida. En última instancia, esta prohibición (cet interdit), es el paradigmático pacto de la horda que le pre-existía. Esta transgresión del pacto que reglamenta las alianzas del elevado por encima del resto de los hombres en una situación en la que se torna paria y héroe. De lo no sabido (de l’insu) a la consciencia, del oxímoron al quiasmo, Edipo se da como medio de llevar el deseo de la madre a un imposible realmente imposible, es decir el castigo que se da muestra que reconocía que la fatalidad del deseo fue más fuerte, pero que la madre debe permanecer inaccesible y que su lecho está reservado al padre y no a él. Entonces, el oxímoron sería el lugar de lo posible y de lo imposible concomitantes. El quiasmo, el de la separación consciente de los términos de lo imposible y de lo posible de su intrincación. El lugar del quiasmo es también el del héroe, y en análisis el mito personal se forra alrededor de este lugar.
Edipo queda como héroe trágico, y los héroes tienen esta particularidad de sostener lugares imposibles, que los hacen portadores únicos en un tiempo dado del bagaje identificatorio de un pueblo, de una cultura, y de un subconjunto de individuos. Si menciono el hecho que Edipo llega a un lugar de su camino que se divide en dos vías, es porque enseguida de la caída ( renversement) que le hizo tomar conciencia de su doble crimen, su “ vía ” que sigue desde siempre se recorta (“Nótese que es en la encrucijada que Sófocles piensa la división entre el deseo y el homicidio[2]”). Hay aquí puesta en abismo: ella consiste en la adecuación entre la puesta en evidencia de la oposición deseo-ley que han orientaron las últimas artimañas de Edipo y las dos direcciones que nacen de una misma ruta. Hasta entonces, matar al hombre importuno y casar la reina de Tebas parecían actos sin lazo, pero una vuelta (un retournement) (por un testigo y el llamado de un oráculo) las muestra cómo las caras de una misma moneda. La puesta en abismo es un proceso poético corriente que a menudo hace parte de una obra no puntualmente sino que es el agente de cohesión total de la obra. Reviste un atractivo particularmente fascinante cuando aporta una demasía de sentido, el mejor ejemplo sería una arte poética, que es una obra que preconiza posiciones estéticas y que las demuestra en la misma enunciación poética. Adelanto que una posición ética debe sostener el arte poético, que tendría en cuenta ocurrencias y recurrencias del inconsciente.
Edipo, tanto como los hermanos de la horda, procede a la exterminación del molesto [nt2]. Pero los hermanos son más conscientes ya del riesgo de su asesinato: apropiarse de las mujeres que el Padre monopolizaba. De su rebelión emana a pesar de todo un desorden que ellos remedian por el pacto que lleva simbólicamente la presencia del padre, cuya ausencia es fuertemente sentida. Es también porque hay leyes que hay héroes, que ofrecen voluntariamente su cuerpo a la reunión del deseo y de la ley. Si se conectan graficametne los términos de oxímoron, metáfora, metonimia y quiasmo, según el esquema tomado en el curso de “Evolución del pensamiento occidental” dado en 1993 en la Universidad de Sherbroke por el Señor Philippe Gaulin, esquema que toma la forma de un losange en el que una arista, la base del dibujo será el lugar del oxímoron, del imposible posible que pone en marcha el pensamiento. Una primera división sobreviene en la toma de consciencia de foso entre el deseo y la ley: es también la castración original. Un segmento lleva a una arista que es el deseo (lugar de la metonimia) y otro, divergente, hacia la ley (lugar de la metáfora, del nombre del padre). El lugar del héroe consciente, cuyos actos hacen converger las rectas divergentes del deseo y la ley, es el del quiasmo. El quiasmo está en la cima opuesta a la del oxímoron. Lo que hace del héroe un héroe es que es atormentado y traspasado por la exigencia de la ley del padre, el empuje de su propio deseo, y sobretodo el hecho que encarna esta imposible unificación. Como si tuviera o fuera esta parte perdida durante la división. Es la parte perdida durante la castración original que hace de él y en efecto un ser (aparentemente) sin falla. Hacerse la encarnación de esta parte faltante, en efecto ligadora, propulsa al héroe hacia otra esfera que los otros humanos, porque se hace el representante de una ley reconocida como necesaria pero también a veces deshonrada, y el paradigma del abandono en lo irreductible de su deseo que soporta el de los otros. Pavimenta el camino para que la ley sea erigida como texto sagrado, de una parte, y permite la represión del deseo del resto de la “horda”, de otra parte. En la persona del héroe se encuentra el principio de reconocimiento, lo que hace que entre el texto sagrado y la represión del deseo (incestuoso) del grupo (hacia los cuales apuntan los segmentos que se cruzan a través del héroe, o sea el del nombre del padre hacia el texto sagrado, y el del deseo hacia la represión), hay ahora lugar para la celebración, la rememoración, la expiación y la transgresión.
Pero aún, necesariamente hace falta que haya habido un pacto para que lo imposible-posible del oxímoron pueda recortar el entrecruzamiento del quiasmo, y esto para intentar llegar a una relación entre el hombre y la mujer entre los cuales existe una falla que queda abierta. Sin embargo, para que el hombre y la mujer puedan re-encontrarse de alguna forma, respectivamente es mediante lo que es conocido por el padre y por la madre, y esto el rasgo unario. El lugar de identificación está en el esquema en el entrecruzamiento de los segmentos del quiasmo.
Mujer Hermanos |
Cuando el quiasma se crea en el hilo del discurso – hablamos aquí entonces de creación, incluso de multiplicación, las ramificaciones del significante se extienden en muchos sentidos-, es que un significante retorna conscientemente o no. Para un significante dado, los diferentes sentidos posibles que surgen ponen en lugar un juego de oposiciones que suscitan un re-examen de ese significante, o sea desplegando los universos de sentido latentes. Pero explorar las dimensiones de un significante, eso se hace siguiendo un “hilo” a la vez (sin olvidar los muchos recortes que surgen). No es sino cuando hay retorno (retour) de ese significante, o retorno (retour) sobre éste, que él comienza a ocupar el espacio que le es devuelto, o sea el espacio de lo inconsciente, me parece.
Dos toros enlazados son una expresión gráfica simple del quiasmo, de la vuelta (renversement) que sobreviene de la utilización del lenguaje. Dos formas sujetas al nombre del padre, deseantes, una vez cruzadas, se prestan a la inversión (retournement). Que sea por recortado o por agujereado, los dos toros enlazados una vez vueltos (retournés) ofrecen a la vista un toro en un toro. Algunos dirán que esta resultante ayuda a formalizar el amor, y especialmente puede ser el amor que adviene en la cura. Yo, allí veo una puesta en abismo: una forma en una forma. Y entonces, el quiasmo, la puesta en abismo, la ética, ¿qué relación las vincula? A mi manera de leer, la ética es una línea de conducta guiada por posiciones subjetivas que han interrogado detenidamente, deseos y motivaciones, y lo que allí es del lugar del Otro. En un plano más individual, estas posiciones puntúan hacia actos que tienen en cuenta las actuaciones de los otros sin hacer compromiso sobre sus posiciones. No se tiene en cuenta aquí sino la moral que enuncia los códigos mientras que la ética se crea a partir de nada, de un agujero, que da lugar al deseo.
Como dice Oscar Wilde, “la cultura está a menudo en las cosas que no hay que leer”, entonces, he aquí L’Argus (el vigilante), el diario de los estudiantes de antropología. Un día, he aquí que caigo sobre esta imagen de un lobo y de un carnero frente a frente, que reviste cada uno un piel semejante a la del animal que está ante ellos. Y, entre los dos, algo como del amor que está simbolizado por pequeños corazones que surgen. Esta imagen, era como una confirmación surgida del campo social... Cada uno, tanto el lobo como el cordero está en el error de haber visto al otro como su semejante; el uno y el otro se disfrazan para engañarse mutuamente (y por motivos diferentes, probablemente), y... se engañan, efectivamente; diríamos que los dos se hacen tener: el amor surge. Nótese el quiasmo: el uno recibe del otro su propia imagen, y viceversa.
A menudo insistimos en el hecho que el analista es desecho (rebut), desecho de la humanidad. Es su rol para asumir que será echado un día por el analizante. Tenga presente esto, esto importará cuando aborde el lugar del analista de la escuela. Anuncio enseguida que él está de paso en el agujero central del toro, allí donde pasa momentáneamente el Otro, donde sostiene el lugar.
Muy bien, pero regresemos (retournons) a mi interrogación inicial: ¿En qué consiste la delimitación – si allí hay una – entre lo íntimo y lo éxtimo? ¿En qué esta tiene lazo con la ética? Esta cuestión me hace vacilar largametne, hasta que, en el curso de lecturas para el curso de “lengua, cultura y etnopoética”, caigo sobre una descripción del efecto del quiasmo formulada de tal manera: “as-you-go-in-so-you-come-out figure that is called chiasmus”. Inmediatamente pense en el toro, en la travesía del vacío central: “as-you-go-in-so-you-come-out”. La delimitación sería en efecto un paso. Allí donde hay sujeto, otro, hay subversión, inversión (renversement), y es aquí que el quiasmo como figura de inversión (du renversement) por entrecruzamiento se vuelve útil y opera sobre el Otro.
Tomemos por hipótesis que el lugar del quiasmo está en el centro del agujero del alma del toro. Es también el lugar del Otro, de lo inconsciente, de lo Real. Notese el quiasmo presente en la definición tal como citada del texto de Friedrich, entre “come in” y “go out”. Inversión, caída (renversement): hago llamado aquí a Bakhtine quien trata la caída (renversement) en la risa rabelesiana, la risa de la subversión, la de la fiesta de los locos donde las figuras de autoridad toman su agujero, es el caso decirlo, para que la población las vuelva (tourne) ridículas y caricaturas, por un corto tiempo. Eso pasa, y cada uno vuelve (retourne) a sus ocupaciones habituales. Si hablo de plurilogismo y de plurivocalidad, es que, según mi lectura, el lugar del quiasmo es por excelencia el lugar del pasaje de todos los discursos en circulación a los cuales estamos sujetos sin censura, de un “input” cultural que se impone sin cese, y que pasa por el lenguaje, lenguaje que, lo sabremos, nos da a pensar que lo inconsciente se estructura como uno de estos últimos. Mi finalidad en el trabajo sobre la ética será entonces explorar las estructuras fijas del lenguaje (tropos, figuras de estilo) para aprehender qué leguaje habla lo inconsciente. De paso, hablando de subversión e inversión (renversement), no dejaré de hablar de Sócrates, quien en su poética, porque podemos ver su elección de palabra – que excluía lo escrito – como una puesta en abismo de su filosofía, o sea hacerse un partero de ideas, él hijo de comadrona – practicaba la mayéutica, un ejercicio de palabra, en la que cuán eficaz herramienta era la IRONÍA.
Recordaremos que Sócrates fue forzado a beber la cicuta, suicidio forzado por corrupción a la juventud. No estamos lejos de la subversión con este Bakhtine que invoco sobre el agora. Todo y como Sócrates, Bakhtine da a luz su pensamiento a partir de una matriz dialéctica (el marxismo). La persistencia del psicoanálisis sostiene el hecho que haya aún gentes que se presten a la dialéctica analizante-analista (y lo mismo si es su propio discurso invertido lo que se recibe del Otro, porque sucede que no hablamos no obstante, a solas). La cura, no sin razón, es un necesario de la teoría, que acaba en los ensayos clínicos, que tornan los discursos inconscientes en el agora. El analista es de utilidad pasajera para el analizante, esperando su reexpulsión. Supongamos aún que el lugar del analista de la escuela es estar de paso en el agujero del toro para forzar tan necesario el paso de sea lo que sea que hace obstrucción. Y ¿qué es lo que pasa así, sufriendo una inversión (retournement)? Si es un Otro, un inconsciente, otra banda de Moebius, este sería el lugar no solamente donde esta banda pasa, sino ese quiasmo sería el lugar de la torsión de la banda Otra correspondiente al centro del agujero. Porque me atrevo a imaginar que el analista también recibe su propio discurso invertido escuchando al analista (analizante ?) (pero esto no es todo: lo escucharía con un conocimiento viniendo de la experiencia clínica, una escucha “más uno”). Por otra parte, se requiere un cuerpo para dejar pasar al Atro, es decir que, por ejemplo, si el analista prestar el suyo para sostener el lugar, momentáneamente, del Otro, este lugar, él lo sostiene para un “otro otro” para el analizante. E inversamente, el analizante sostiene para el analista, momentáneamente también, el lugar del Otro (¡por lo menos lo espero!), porque para el analista, los analizantes son tanto como amalgamas del discurso social en circulación, que le reenvían (renvoient) también su propio discurso. En una cura, “idealmente”, las dos partes vivirían de la subversión. Estos dos reenvíos (renversements) que surgen por el proferir de palabras que se entrecruzan sin necesariamente encontrarse – porque se recibe su propio discurso invertido ; lo que lanzamos permanece como reacción a este propio discurso invertido (inversé), esto crea un discurso propio, lleno de obsesiones, manías, deseos puntualse, y que se yo qué más. Aquí se dibujan los toros enlazados cuya inversión (retournement) abre el campo al amor, y el amor entre analizante y analista constituye otra de las piedras de cimiento de la cura. El amor y el goce permanecen, en mi opinión como vías de exploración de la ética y de la constitución de la escuela. En este trabajo, tiendo a dar un lugar particular a lo imaginario, como lazo esencial entre lo Real y lo Simbólico, como entidad propia permitiendo la eclosión del mito, tanto personal como colectivo. Avanzo también que lo inconsciente es “polifónico”, “plurivocal”, y que todas estas voces pasan por la boca de una sola persona que hizo de ellas una elección consciente sin saberlo. Entonces, en la experiencia dialógica de la cura, la plurivocalidad, el plurilogismo adviene por lo inconsciente. Y la experiencia dialógica es una subversión recíproca, pero los dos seres en presencia se subvierten mutuamente, pero no en el mismo sentido para el uno y el otro.
Implico también que la torsión de la banda moebiana sostiene el quiasmo. La banda aplanada, sostiene el entrecruzamiento de las dos superficies; lo que es más, la superficie de la banda plegada delimita dos triángulos, que pueden desplegarse, lo que será tratado en el próximo texto.
[1] A título informativo, he aquí algunas definiciones del quiasmo. Sacadas del Petit Robert I: “gr. Entrecruzamiento "croisement". Figura de retórica formada por el cruce de términos (allí donde el paralelismo sería normal). Ej.: Hay que comer para vivir y no vivir para comer”. Otra, del Gradus des procédés littéraires : “ubicar en orden inverso los segmentos de dos grupos de palabras sintácticamente idénticas”. Petit Larousse: “Procedimiento que consiste en ubicar los elementos de dos grupos formando antítesis en el orden inverso del que deja esperar la simetría”.
Notas de traducción al español.
[nt1] dejo el término así, como torsión, tórico, retors, retordu, que era como lo utilizaba Lacan.
[nt2] « Gêneur: Celui qui est habituellement ou accidentellement gênant. Quel est ce gêneur qui vient nous troubler? Il est familier. Dictionnaire de l’Académie française. » Et « Néologisme. Celui qui gêne. C'est une vague rumeur que je me borne à constater, au risque de passer moi-même pour un fâcheux ; vous savez qu'aujourd'hui les boulevardiers disent un gêneur, l'Indépendance belge, du 6 sept. 1868. » Dictionnaire Littré. Et « Gêner v. 1. fastidiar v. 2. incomodar v. 3. molestar v » Dictionnaire Ultralingua. Et « ancêtre » para nosotros genitor. En francés nuestra asociación entre Gêneur y Genitor, podría darse entre gêne y gêne, molesto y gene (parte del ADN).
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