lunes, 3 de agosto de 2009

ESCUELA: Textos de fundación. 1997. Reflexiones a propósito de la posición ética del analista.

ESCUELA:
Textos de fundación.
1997.
Reflexiones a propósito de la posición ética del analista.
Martin Pigeon

Preámbulo.

Siendo nuestro objetivo constituir una escuela de psicoanálisis, resulta necesario que éste se reañice a partir de lo que nos enseña la experiencia analítica y que se edifica teniendo en cuenta la lógica de lo inconsciente, o sea la estructura. Este voto no obstante de apariencia modesta no ha tomado forma nunca en Montreal, ni a través de un grupo analítico, ni por otros tipos de grupos.

En consecuencia, en razón de la especificidad subversiva de su discurso, esta Escuela, aunque inscrita en el interior de una sociedad, será a la vez, exterior: posición singular que depende de una topología de la que tendremos que dar cuenta.

Debemos recordar, según Lacan, que lo que cimienta el lugar entre los seres hablantes depende del discurso. Que cada discurso implica un saber, así como una posición ética.

Los discursos que actualmente dominan nuestra sociedad -discurso científico y capitalista, variantes modernas del discurso del amo-, implican entonces, posiciones éticas: ética del amo; deontología; ideologías (progresistas, modernistas). Estas posiciones administran, de algún modo, una política del Bien, ese Bien que debe procurar placer -por ejemplo, el bien de consumo.

El precio a pagar de estas posiciones es muy elevado para el sujeto: una desubjetivación que alimenta una "cobardía moral". El descubrimiento freudiano va al encuentro de este postulado (cf. "Más allá del principio del placer").

La ética analítica, contrariamente a las otras éticas o reglas morales, tiene en cuenta el deseo del sujeto y no lo rechaza: esta posición ética no deja de tener igualmente un costo a pagar.

En el nivel del goce, aún allí, hay divergencia: allí donde en la ética del amo el goce es reglamentado (deontología, rituales, ...), teniendo entre otros, como efecto, apaciguar la culpabilidad, la ética analítica permite al sujeto posicionarse frente al goce (o más bien ante la pérdida de goce que comporta su posición deseante), posicionarse subjetivamente y tomar acta de ello: deber ético que demanda una responsabilidad del sujeto.

La ética del psicoanálisis es una ética del sujeto: Wo Es war, soll Ich werden. [nt.1]

Estas consideraciones necesitarán un riguroso cuestionamiento; subrayemos no obstante que esta vía ya ha sido abierta por Lacan en su seminario La ética del psicoanálisis.

La Escuela tendrá que sostener un discurso que no haga compromiso alguno sobre su ética, es decir que no buscará adaptarse a la política ambiente - a menos de querer psicologizar el psicoanálisis, lo que se ve tan a menudo. Lo que no quiere absolutamente decir que la Escuela no tenga que tomar posición con respecto a su lugar en el campo social, muy por el contrario.

Debate en nuestro último encuentro.

El debate versaba sobre la conducta a la cual un analista -el analista que será miembro de la ELM- debe someterse. Más precisamente, el debate giraba alrededor de dos posiciones:

1). el analista está sometido a ciertas reglas (el analista no debe...). Posición que se apoya en una política del Bien, donde inevitablemente interviene un marco imaginario (cf. el altruismo);

2). el analista está sometido a una posición ética, posición dictada esta vez por estatutos, llevando el acento sobre las finalidades a alcanzar.

Señalemos que en los dos casos, la línea de conducta está sometida a la ley: ley política en un caso, ley del significante en el otro. Toda ley no obstanet, como lo demuestra Lacan en su comentario sobre los mandamientos bíblicos, se reduce a las leyes de la palabra: la ley representa las condiciones de la ubicación de la estructura.

Definamos provisionalmente la ética como una posición subjetiva en la cual está inscrita la Ley del significante (cf. introducción al seminario sobre "la carta robada", en Escritos, pp. 38-55. Siglo XXI editores, 1984), cuya ubicación depende del acto (cf. Antigona, o más simplemente, ciertos actos en los cuales un sujeto tiene que apoyarse durante su vida).

Volvamos a la cura analítica. La ética analítica toca a la vez al analsita y al analizante, pero de manera diferente: el analizante es convidado a la ética del "Bien-decir"; el analista al deber de sostener lo que Lacan nombró el "deseo del analista".

El deseo del analista.

Esta cuestión es absolutamente central para el psicoanálisis -y tanto más aún para una escuela de psicoanálisis. Ella demanda articular el alcance de un analisis (y su fin), su concepción de la transferencia y su ética; en suma, ella no puede contornear la cuestión del acto.

El lugar del psicoanalista responde a su deseo -con esta observación que el deseo del analista nada tiene que ver con el deseo de ser analista (Lacan).

¿Qué sostiene al deseo del analista? Yo respondería simplemente: la experiencia ética que se desprendio para un analista de su propio psicoanálisis. Por consecuencia, el analisis personal del psicoanalista debe haber sido llevado suficientemente lejos en esta experiencia; es aqui que toma su importancia el dispositivo del Pase, como lugar donde es puesto a prueba subjetiva esta experiencia.

¿Qué es el deseo del analista? En un primer tiempo, digamos que el analista desea que aparezca en su analizante un deseo que sea lo menos alienado posible. Entonces el deseo del analista sería una ¡abstención de deseo!, esto a fin de no invadir el espacio del deseo del analizante. No resta menos, no obstante, que el analista (ver Lacan, "La dirección de la cura", en Escritos) tenga que poner allí de lo suyo, de su deseo, a fin de alcanzar esta finalidad:

- el analista tiene que dirigir la cura (y no el analizante) - por ejemplo, tiene que aplicar la regla de la asociación libre;

- tiene que pagar con palabras (interpretación), de su persona (transferencia), de su ser (acto);

- el analista tiene que tomar el deseo a la letra. El analista se debe de estar al corriente de la estructura del deseo. Que el analista no ocupe una posición de saber frente a la subjetividad de su analizante no quiere decir que sea sin saber: el saber del psicoanalista es un saber sobre la estructura; además, tiene la ventaja de una cultura suficientemente extensa, no sería eso, como nos lo recordaba Susanne Hommel, sino que para estar lo más posible en el hecho de los significatnes que circulan en el campo social y que a menudo tienen una incidencia en la vida de los analizantes.

Tomar a la letra el deseo implica igualmente de parte del analizante una reducción óptima de los efectos iamginarios. Teniendo en cuenta el carácter alienante del yo (moi) y de su función de desconocimiento, el analista no tiene que tener un yo (moi) fuerte: el yo (moi) ha ocupado el lugar del analista.

Si no es el yo (moi) que viene a ocupar el lugar del analista, ¿qué es entonces?

El lugar del analista

Me limitaré a señalar algunos puntos de referencia que tendrán que ser retomados.

El lugar del analista se sitúa en el marco de la transferencia. Se encarna en dos posiciones: el objeto a y el signficante del Nombre-del-Padre.

El trayecto (transferencial) de un análisis se puntúa en el pasaje del sujeto supuesto saber al saber supuesto sujeto.

Desde que existe la palabra dirigida (aquí, a un analista), existe el efecto de transferencia. Necesariamente, el lugar del Otro (inherente a la actividad de palabra) se encuentra vestido con los hábitos del analista. El Otro, en la persona del analista, es supuesto por el analizante saber. Es incluso en este lugar que es esperado -la espera de una interpretación que haga desaparecer el síntoma por ejemplo.

El analista no tiene, de su propio feje, que sostener el lguar del sujeto supuesto saber; tiene, por el contrario, que sostener este lugar cuando el analizante se lo ha asignado, pero solamente para mejor, llegado el momento, sustraerse de allí: el analista no detenta el lugar del Otro porque el Otro está marcado, tanto como el sujeto, de una falta radical.

Gran Otro barrado, tal podría escribirse, quizá, el matema del deseo del analista. ¿La positivisación de este agujero en el Otro correspondería al Nombre-del-Padre?

En este lugar de falta en el Otro viene en el analizante a alojarse lo que Lacan llamaba el objeto a. Objeto corporal, que encarna el analista, quien obtura la falla del Otro y por consecuencia la del sujeto. El analista tiene que soportar este lugar a fin de que una separación [1] de este objeto se opera para el analizante (poniendo fin, por ejemplo, a una identificación a este objeto [2] y a fin de que un saber pueda articularse para él de esta posición subjetiva: saber supuesto sujeto.

Así, la conducta ética fundametnal del analista corresponde con un vaciamiento del gran Otro. El analista no tiene que detentar el lguar del Otro: el analista no es ni un amo, ni un dios, Lacan lo compara más bien con un santo [3].

Para terminar, debo señalar de nuevo la incompatibilidad qeu hay entre la ética analítica (con la responsabilidad subjetiva que implica para el analista) y una línea de conducta dictada por una serie de reglas. Más bien que demandarse si un analista infringió una regla, me parece más "analítico" demandarse si actuó en conformidad con el lugar que su ética le asigna. Esta actitud siendo válida a la vez en el interior de la cura como en el interior de una escuela analítica, a condición, por supuesto, que el lazo social de los miembros de esta escuela dependa del discurso analítico.

21-1-97

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NOTAS PIE DE PÁGINA
[1] Separación, en el sentido lógico: una práctica del corte demandaría aquí ser finamente articulada.

[2] O incluso, lo que con alfileres agarró Lacan con el término de "travesía del fantasma"; el fantasma siendo ese dispositivo imaginario que colma el agujero del Otro con el objeto a.

[3] "Un santo, para hacerme entender, no practica la caridad (charité). Más bien se pone a desperdiciar [faire le dechet]: él descarida (décharite). Eso para realizar lo que la estructura impone, a saber, permitir al sujeto, al sujeto de lo inconsciente, tomarlo por causa de su deseo" (Lacan, en Televisión, p.28) [nt.2]
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NOTAS DE TRADUCCIÓN.
[1] nt. frase freudiana en alemán. lo que en inglés sería: Where It was, I should become y en español: allí donde eso era yo debo advenir. Lacan en su seminario del deseo y su interpretación (1958-1959), el 20 de mayo de 1959 dice "Me parece que aquí, no tengo más que decir; que voy sin embargo, a decir más, para recordarles lo que esto significa en el discurso freudiano; por ejemplo, el "wo Es war, soll Ich werden": ahí donde eso era, yo (je) debo advenir. Esto es muy preciso; es ese "ich" que no es "das ich", que no es el yo (moi). Es un "ich", el ich utilizado como sujeto de la frase. Ahí donde eso era, ahí donde eso (ça) habla. Donde eso (ça) habla, es decir, donde, en el instante anterior, algo estaba, que es el deseo inconsciente, ahí yo debo designarme, ahí yo (je) debo ser ese yo (je) que es la meta, el fin, el término del análisis antes que se nombre, antes que se forme, antes que se articule, si tanto es que no lo haga jamás, porque también en formula freudiana ese "soll Ich werden", ese "debe ser", ese "debo advenir", es el sujeto de un devenir, de un deber que les es propuesto." ( ELP 21 de mayo de 1959. párrafo traducido y controlado con la traducción de EF de BA).
[2] nt. versión francesa aqui traducida y controlada con la traducción de EF de BA.

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ESCUELA: Textos de fundación. 1997. Para una Ética

Textos de fundación.
1997
PARA UNA ÉTICA.
Jean Paul Gilson

Anticipemos que la ética se mide por su propósito y que para lograrlo, todos los medios están permitidos.

La ética se distingue de los códigos de deontología que exigen una aprobación colectiva.

La ética exige una adhesión subjetiva que puede encontrarse en conflicto con la moral y la deontología. Este conflicto por supuesto, no le es esencial, pero, su ocurrencia nos enseña sobre la radicalidad de los principios que intervienen en el campo particular de la ética.

¿En qué entonces, el descubrimiento freudiano, modificó los datos que nos legaba el pensamiento filosofante [nt. 1] ? En esto:

1º. La conciencia moral no bastaba ya más para garantizar su control sobre fenómenos que se le escapaban (la pederastia... hoy en día, por ejemplo);

2º. Que la existencia de deseos inconscientes que forman la trama no sabida de nuestra conducta cotidiana destituye la primacía de la buena voluntad y de las reglas que se le imponen.

Está demás decir que lo no sabido de ese deseo no paga automáticamente la aduana de las reglas prescritas por la civilización para preservar la intimidad y la privacidad de cada uno.

Con lo íntimo, entramos en efecto en el corazón del tema a debatir.

Porque lo íntimo no pondría ningún conflicto para una ética [1] si no le fuera consubstancial desdoblarse en exterioridad. Lo heimlisch siempre unheimlich. Lo extraño inquieta entonces por las afinidades que despierta en la vacuola de vacío que cerca al ser de cadauno. Hay entonces "extimidad" de la inquietante extrañeza. Cosa oscura de la que parece padecer el ser humano.

Es a este oscurantismo que Lacan dirige su Scilicet. Está permitido saber ahí donde algunos gozan del aura de goce con el que el Otro se engalana, simplemente para poderse ocupar el lugar de garante del decir. En otros términos, ¡no goza el que se cree! sino aquel que cree que el otro... Caracter transitivo de replica totalmente infantil.

El psicoanalisista no es en substancia este Otro, ocupa el lugar, incluso lo encarna provisoriamente cuando lo imaginario reina como amo.

Es decir que el goce no le ha sido nunca sino supuesto por aquellos mismos que temen que no haga uso imprudente del poder. Porque aún cuando se otorgara de ello la licencia no haría sino perder tanto su función como la apuesta subjetiva a donde el análisis lo lleva.

Esto implica dos cosas:

1º. Un seguimiento articulado de lo que soporta el acto analítico, o sea el alcance exacto de cualquier operación determinada por el deseo del analista, no su goce. Es desde este punto que parece franquear el umbral de la decencia para los timoratos o envidiosos, caso hasta aquí no articulado puesto que habría que agregar la significativa incidencia de la homosexualidad;

2º Una operación previa de vaciado del espacio subjetivo para el goce, el cual no es innato sino construido, como la obra activa del lenguaje y de su palabra nos lo demuestra y la teoría a partir de los trabajos totalmente pertinentes de un linguista como Guillaume, subduction que hace equívoco en este punto con subversión para todo sujeto.

¿Entonces, acaso solamente consiste, la ética analítica en engalanarse con efectos imaginarios? En este sentido, lo atipico del comportamiento bastaría: asimetría del dispositivo de la cura que ubica al analista por fuera del alcance visual de su analizante y restringe sus relaciones físicas a un darse la mano como saludo.

O, ¿en permitir la estructuración simbólica esperada?
En este caso ningún analista debería ignorar la insistencia silenciosa de la pulsión en el corazón de las series significantes tal como el ejemplo nos es abastecido por Lacan en "paréntesis de paréntesis" (en escritos, p. 48 2ª ed, Siglo XXI ed.). Aunque sospechamos que los cantores del ideal analítico están lejos de la verdad, ¿recorrieron solamente este artículo, a falta de comprenderlo?

¿El silencio de la pulsión, es el único en reunir la topología del vacío interno que cerca al ser del hombre?

¿Y la ética, en este caso, no exige, sino de momento, una pasión por la lógica y sus codificaciones? Medimos aquí lo que una escuela de psicoanálisis debe exigirse para sus impetrantes [nt. 2].

Pero no es todo.

Afrontar lo real de este lugar del vacío, va mucho más allá de la asimetría imaginaria constituida por el vacío de la mirada o de la articulación significante que requiere de su propia suspensión para su escansión. Lo Real es fenómeno, por el nudo que nos opone.

El nudo es también social. Parece que dos maneras autorizan las manifestaciones reales del goce humano [2] el síntoma como nudo y el saber.

Si la ética del analista preserva los dos primeros lugares en la escena estrictamente privada, parece que el tercero se desborda este marco.

El debate debe abrirse en este punto en que, vacío de su goce, este lugar es llamado a llenarse con el saber que lo desborda sin nunca poder colmarlo.

El saber no es idiota (gr. idiotes) [nt.3], se difunde, se comparte. En este sentido la ética exige del analista que de pruebas de su saber en campos más socializados que el espacio de la cura.

La cuestión queda no obstante, de saber si el analista puede ocupar un papel distinto de aquel de la enseñanza o del del amo (maître). Testimonio de un saber hacer ahí, que no es dado a ninguno y que despierta viejas reencillas y celos cuando no el exponerse a la muerte.

No digo más al respecto, por esta vez.


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NOTAS PIE DE PÁGINA
[1] Recordaremos lo que Freud nos decía ya sobre lo más privado de las curas de sus pacientes, que éstas son inviolables a causa de este único echo, demasiado privadas para ser reconocidas.
[2] Excepto este curioso artificio que mediatiza el falo en la sexualidad.

NOTAS DE TRADUCCIÓN [NT]
[1] nt. filosofante. participio activo del verbo filosofar. que filosofa.
[2] nt. impetrat, se dice de una persona que ha recibido un diploma, un cargo, una gracia que había solicitado. No tiene este termino traducción en español o inglés. Puede referirse a candidatos, postulantes, electos, que aplican para algo que se les confiere legalmente y dan de ello cuenta como laureados (receptores de tal gracia). "el comité le otorgó la calidad de impetrante en el consejo de vigilancia (se volvió miembro del consejo)". "El presidente da la bienvenida a los recipiendaires (laureados, digamos)" impetrant y récipiendaire, son terminos que dicen de la misma acción, aquel que recibe la gracia da cuenta de la recepción. tendríamos entonces en nuestro idima, postular para tal cargo y estar como laureado, es decir beneficiario de la gracia. En inglés tendríamos : applicant y newly elected member.
[3] nt. gr. ἰδιώτης, idiocia. idiota: padecer de idiocia. engreido, corto de entendimiento. etc.


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CART(ELM) virtuel
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